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S1583472 · M
—No dejes de mirarme.
Demandante como siempre, tanto como lo fue su mano apostada en la nuca de Raisa, los dedos hundiéndose en la melena sonrosada y su mirada fija en la voraz vulpina, a quien alimentaba con singular afán. Su carne vigorosa recibía de mil amores las diligentes atenciones de los labios ajenos, los que traspasaba una y otra vez con rítmicos movimientos de su pelvis saliendo al encuentro de ellos cada que la chica se impulsaba al frente. Deseoso, claro, de marcar con su sabor la lengua de su amante.
Demandante como siempre, tanto como lo fue su mano apostada en la nuca de Raisa, los dedos hundiéndose en la melena sonrosada y su mirada fija en la voraz vulpina, a quien alimentaba con singular afán. Su carne vigorosa recibía de mil amores las diligentes atenciones de los labios ajenos, los que traspasaba una y otra vez con rítmicos movimientos de su pelvis saliendo al encuentro de ellos cada que la chica se impulsaba al frente. Deseoso, claro, de marcar con su sabor la lengua de su amante.
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