Mentes como la tuya no tienen realmente amnistía de ninguna índole. Tus experimentos rayaban en la crueldad absoluta, además de que eras sumamente peligrosa. Nunca hubo opción: tu destino era haber muerto por mis manos.
¿Lo disfruté? Al principio fue un trago amargo. Los primeros segundos fueron la resaca de una terrible experiencia, pero como una luz; "algo" dentro de mi me dejó entender que tu muerte había sido tan satisfactoria, que incluso empezaba a temblar de la emoción. Lo hubiese hecho de nuevo y pisado tu cabeza de haberse presentado esa oportunidad.
Tuviste que ser detenida, aunque ahora quieras lucir inexpugnable de derrota por ese cuerpo prestado; tarde o temprano tendré que caer tan bajo como tú para asesinarte junto a esa niña. A veces se deben de dar ciertos sacrificios por el bien general...
