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El deseo es un vaso de infinita amargura, un pulpo de tentáculos insaciables, que al par que se cortan, renacen para nuestra tortura. El deseo es el padre del esplín, de la hartura, ¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
 
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Qzlcl · M
Hasta los más fuertes dioses tenemos días grises.
 
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