Archer no era menos. Su soberbia era por lo menos; intolerable para muchos. Que le hablara así y se proclamara a su nivel o superior lo concebía como una ofensa directa a su autoridad. No era cuestión de ego, sino de orgullo.

Permaneció estático con deseos de presenciar lo que la rubia tenía para él. Incluso sonrió, dedicándose a su postura divina y serena; con ello su faz impía se mantenía en una armonía casi prepotente. Cruzó los brazos de la misma forma que ella, buscando evidenciar su intento de seriedad con esa pequeña burla. ¿Ser más alto implica más impresionante? ¿Qué cosas dices, Emperatriz? Mírame bien. Abre los ojos a la perfección absoluta. Deja de engañarte. Sentenció, alzando el mentón y pronunciando aún más la diferencia de altura entre ambos.