Nero era una mujer obstinada, con un ego que ascendía a niveles extremadamente peligrosos, y uno de sus principales defectos era que solo escuchaba lo que quería escuchar, o lo que se amoldaba a su conveniencia. Las palabras del Rey de los Héroes ni siquiera hicieron eco en su cabeza, pues estaba convencida, no había criatura más perfecta que ella misma en la historia de la humanidad.

Cruzó los brazos a la altura del pecho y con una expresión de fastidio se dirigió a Archer.

—Ah... con que tú eres el Rey de los Héroes. Creí que serías más impresionante. Como mínimo más alto.— Una sonrisita maliciosa se dibujó en sus labios. —La Flor de Roma no calla sus palabras ni se inclina ante Rey alguno. Si tu imperio fue grande no cambia el hecho de que seas un tonto.— Y finalizó, muy a su estilo, con un argumento de niña de cinco.