-La cosecha había terminado, el reino volvía a su ritmo habitual igual que su familia, tenerlos cerca pero cada quien en su mundo era un tanto más tortuoso que saberlos lejos, tanto había cambiado su vida, ahora en su vientre un nuevo ser crecía, ella deseaba que el tiempo se detuviera, que le permitíera tenelo así un poco más, que necesitara de su amor y su protección por más tiempo, ser reina era más fácil que ser madre, lo había dicho antes, sentir que poco a poco sus hijos se alejaban le estaba consumiendo el corazón -
Pese a que en unos meses más uniría su vida a la de su prometido, sabía que debia dejar el lugar aquel al que llamaba hogar, y no simplemente de palabra, sino de sentimiento, pues desde que fue adoptada, sintió el reino su casa, su hogar, y a los reyes sus verdaderos padres.
Alix, por su naturaleza, solía amar el bosque y pasar la mayor parte del tiempo vagando por este con su "manada" de lobos. A lo lejos, sintió un aroma conocido y no pasó mucho tiempo para que se acercara. Ahí estaba su madre, pensativa, ¿quizás cabizbaja? ¿Con algún temor? No lo sabía, pero si sabía que no debería dejarla sola, no en ese momento qué Alix sabía que estaba en cinta; cualquier enemigo podria aprovechar la soledad de la reina y dañarla.
Lentamente bajó donde su madre y sin importar que sus ropas se mojaran, entró al agua, caminando a paso lento, quedándose de pie a un lado de ella.
— Madre... ¿Qué es lo que te incomoda o te hace sentir mal? Nunca he sido madre, pero tu cuerpo, tú mirada dic
