Asintió. Sin embargo, una ligera mueca enfurruñada afectó su semblante cuando sintió las palmaditas: odiaba que la trataran como una chiquilla - cosa que Haniel solía hacer, así fuese por descuido -, pero no dejó que su malestar llegara más allá del puchero que hicieron sus labios; sabía que la chica no tenía mala intención al tratarla de esa manera. Levantó la mirada hacia ella, y al hablar volvió a asomar esa nota vivaz, dulce, que solía caracterizar a su voz cantarina. —Haniel tiene sus propios asuntos, y a mí me gusta pasear por la ciudad cuando tengo oportunidad.— Algo parecido al orgullo asomó a su declaración: después de todo, aún era inexperta en lo tocante a los asuntos humanos, y creía de verdad que no perderse era un gran logro. —¡Hay tantas cosas interesantes!