Invadido y encantado por todos esos mimos, sólo podía emitir ronroneos, estando en ese pequeño paraíso personal con cada caricia y atención. Sus ojos se cerraron, disfrutando de ello mientras le escuchaba, moviendo la cola lentamente. Era sabido que los gatos no se dejaban tocar el estómago al sentirse vulnerables, pero con él no era el caso, quedando patitas arriba sin mayor problema.
