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M1577915 · M
Cualquier humano corriente hubiese descrito sus hazañas como abominables. Sin duda alguna aquella deidad venía de otro mundo.

El mutante se tomó el atrevimiento de agarrar la mano de la azabache, sin dejar de mirarla a los ojos en todo momento, aproximó sus labios hasta su pálido y fino dorso, plasmando un beso —más largo de lo que debió durar— sobre él.

— ¿A qué le debo el honor de su visita, su Alteza? —llamaría como quisiera a aquella que le respetara y admirara como se merecía.
 
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