Lamento haberte citado a esta hora, trataré de ser breve. -Se mantuvo en silencio unos pocos segundos mientras su mirada de momento no podía centrarse en los ojos del mayor, a su vez que sus manos se cerraron, temblorosas y se acomodaron a sus costados aferrándose a sus ropajes. Unos instantes se armó de valor y en un suspiro pesado llevó sus ojos a él.- ¿Me odias, Mitsutada?
¿Irme? No, yo no huyo como... Otros. -Su voz era tajante y cortante. Aunque dijera que no, su subconsciente reaccionaba de forma instintiva para hacer esos comentarios hirientes, necesitaba hacerlos. Verlo ahí al punto de las lágrimas no conmovia ni un poco su corazón, así como nadie se compadecio de él, tampoco lo haría por Máximo.-
No te evitaré, estoy seguro que sabes donde encontrarme.
