Lamento haberte citado a esta hora, trataré de ser breve. -Se mantuvo en silencio unos pocos segundos mientras su mirada de momento no podía centrarse en los ojos del mayor, a su vez que sus manos se cerraron, temblorosas y se acomodaron a sus costados aferrándose a sus ropajes. Unos instantes se armó de valor y en un suspiro pesado llevó sus ojos a él.- ¿Me odias, Mitsutada?
-Su mirada no contenía asco, ni siquiera ira... era más bien algo peor, indiferencia. La presencia de aquella persona ya no le causaba nada en su corazón. Ya había estado de "luto", también había pasado su momento de ira, ahora ya no quedaba nada. Alzó su diestra y le mostró una pequeña cicatriz que se había hecho hace algún tiempo para cubrir con sangre su apellido.- No existes para mi.
