(...) derecho a la tierra, los ataques de bandos fronterizos y bandidos supervivientes que se habían unido a algunos rebeldes en contra del Rey de esa zona continuaban sus ataques constantes. Ataques que ante la fuerza combinada de los hermanos, y la fortaleza más los mercenarios amasados luego de abrir la Ciudadela cual refugio a mercenarios parecían picaduras de mosquitos, pero eran tan constantes que cerraban el paso a mercantes, bloqueaban los recursos y sin duda saboteaban otros planes.

La tormenta continuaba, la lluvia caía con fuerza sobre aquellos lares, el sonido de prisioneros siendo traídos a cámaras de torturas y celdas se pudo escuchar por el tintineo de las caderas amarradas a sus pies y manos, escoltados por los hombres y mujeres de su formación. Sabía que si bien tenían la ventaja de poder, continuaban haciéndole daño al avance de su sueño, y aún para un Goliath, la vida era muy corta. Necesitaba una solución pronta.

Jarrus era un hombre alto superando más de (