Una nueva vida, esas palabras retumbaban en su mente, fue lo mismo que pensó cuando aquél señor lo recogió de las calles, y aunque le quebró los huesos con cada entrenamiento, realmente le había salvado. Ante la queja del menor comenzó a apoyarse en sus piernas ahora adoloridas, temblaron por un segundo pero con el soporte que Saidai daba fue suficiente para recuperar estabilidad. —Estaré bien, puedo caminar solo. —dijo para retirar delicadamente al joven. Aún en tambaleos Yan se adentró a un callejón con nada de luz en dónde se iba perdiendo en la oscuridad, dando quejidos en el proceso.