-Sonrió orgulloso al notar el estado ajeno, no iba a negar que le encantaba saber que sus acciones podían emocionar así al contrario, estaba embelesado con su figura perfecta, con la tersura de su piel, era como una adicción saborearlo y sus labios no podían evitar querer besar cada rincón de su torso, bajando por su abdomen lentamente mientras una de sus manos se dedicaba a deshacerse de las ropas inferiores del incubo, dejándolo desnudo para su deleite- Eres tan perfecto, tan delicioso -Murmuró dejando que su respiración chocara contra su piel y permitiendo a sus dientes marcar allí donde mordían- Kiria... -Su boca pronto alcanzó su entrepierna y una lamida traviesa recorrió todo su largo-