— ¿Dónde está? ¡¿Dónde?! —. Ha perdido uno de sus cuernos en la muda, no suele sucederle puesto que el material de estos puede utilizarse en gran medida para fabricar armas y brevajes, pero para su sorpresa (o no tanta), no recuerda adónde pudo haberse caído, y tras quitarse toda la ropa, no lo vió caer ni en el camino a casa.
— Tch, pero si no te pedí que hicieras algo con él, estás loco. Invades mi espacio. —
Le recriminó con el ceño arrugado, pero al ver lo que éste se esmeraba en hacer, suspiró. Naturalmente sus zarpas crecidas son suficientes, pero con respecto a perder los cuernos, era evidente que el calcio de sus durezas por alguna razón no eran lo que solían ser, y hasta sus manos estaban agotadas de ejercer fuerza al desgarrar.
— Puedes quedarte con el otro, si quieres. — al hacer la cola hacia adelante, frotó ésta con sus palmas.
— Mis escamas son útiles, también. Y pronto se caerán, puedes usarlas cuando gustes. — al ser lo único que tenía para ofrecer, esperaba la aceptación.
