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Cuando sus manos se encontraron, Kaeya la estrechó con animosidad. La sonrisa en sus labios, tan refrescante como siempre, demostró la satisfacción de contar con una nueva aliada para sus deberes habituales y aquellos que mantenía en secreto de la orden.— Bueno, sobre eso, ¿cuándo crees que puedas comenzar? —Inquirió, retiró entonces la mano y se cruzó de brazos apoyando ambas manos en sus codos.—Y no te preocupes de decepcionarme, sé que no lo harás, podré usar un parche, pero tengo buen ojo para reconocer las intenciones de la gente. Así que, sé que harás un buen trabajo... ¿Cuál me dijiste que era tu nombre?
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