Fue todo lo que pudo dar de indemnización hacia la muestra de afecto que estaba mostrándole. No era ajeno a la presión de su pecho contra este; mucho menos a la mordida que indujo sobre su lóbulo cual le hizo carraspear un momento la lengua por habérsele atorado una palabra, cambiándose por un jadeo que perpetuó la sensibilidad que este no carecía luego de años de duro entrenamiento.
Sus manos por mero reflejo se fueron a dejar sobre esa marcada cintura. Su piel era fría, pero no tanto como esperaba de un ser demoníaco, sino un frío que podía bien soportar y contrastar con el calor humano que este despedía, aunque tampoco era que ella denostara esa gélida aura en su presencia, pues también sentía diferencia a cuando luchó contra ella. Sin embargo todo eso le era muy... Extraño; tanto la mordida como el corazón que era casi palpable entre su uniforme y el escote de la albina.
