[code]La luna erigiendo el manto oscuro nocturno era su mejor aliada cada vez que sentía el mordisco de la soledad en su hueco interior. Jamás había escuchado a su corazón como en esta oportunidad. Estaba galopando. Recordaba su vida humana a través de la mirada risueña del usuario de marca. Algo de nostalgia sublimó sus regias e inmortales facciones al respingar alborozada y lloriquear como una infante que deseaba para ella toda, toda su atención. —¡No me contradigas! ¡No te atrevas! —Tomó de su mano y la jaló hacia ella, abrazándolo, abándolo posesivamente con su pecho voluptuoso enterrándose en el contrario mientras su resplandeciente barbilla se apoyaba sobre uno de sus hombros y acababa por complementarle. Le rodeó el cuello en la blancura diamantina de sus sedosos brazos y le asaltó el lóbulo de la oreja, mordiéndole traviesamente esa gotita de carne que se descolgaba. El pendiente Hanafuda se hizo a un lado. [/code]