De pronto el llanto paró. Jinx se irguió, en su mirada, inyectada de brillo, solo había rencor... en su cabeza las voces no paraban de atormentarla. Es lo que te mereces. Te va a dejar sola y lo sabes. Te va a abandonar porque ella siempre estará en medio. Vi es así...

—Cállense. No me dejan pensar.— Llevó ambas manos a su cabeza, y dio un par de suaves golpes en su sien con el puño cerrado, luego, volvió a mirarla. —Pero tienen razón... No confío en ti, mentirosa.— Su mirada se afiló, en un gesto que oscilaba entre la ira y la miseria. —No puedes demostrar que lo que dices es cierto. No puedes, porque tú no me puedes elegir.