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En definitiva su esbirro era bastante curioso. Arqueó una de sus cejas al sentir ese dedo en uno de sus cuernos, aquél recordatorio de su desobediencia incluso en ese cuerpo humano. —Debiste haber escuchado a Michael cuando me vio. Un poco más y le explota la cabeza del coraje.— Se encontraban en su innecesariamente lujoso loft, su pequeño pedazo de Infierno en la Tierra. —Ahí está el bar, puedes tomar lo que quieras.— Se quitó la chamarra y la arrojó a un largo sillón, antes de dejarse caer sobre el cómodo asiento.
 
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