¿Ah, sí? — El señor pato siguió su camino en busca de la salida de aquel modesto departamento donde la pareja hacía sus fechorías. — El odio te lo voy a enseñar al rato. — Dejó el acento que tenía y poco a poco fue invadiendo todo el espacio personal de Haze, tomándola del rostro con ambas manos. — Después de darte todo mi amor, por supuesto.