— JAJAJAJA. Ya veo, parece que a la humana le gustan los niños en lugar de los poderosos Vastayas, pero no se confundan, yo no quería a la humana para nada romántico o esas basuras que a ustedes les encantan. Sólo quería devorarle el alma, y poner el alma ahí de mi difunta hermana.

Comienza a reír ruidosamente, mientras suelta el rostro de aquella mujer, mirando con desdén a aquel alfeñique que seguro en batalla no le duraría un segundo y con su mano dominante género un fuego espiritual violeta



— Pero he cambiado de opinión, debido al mal gusto de la humana, no quiero que el alma de mi hermana esté en un recipiente de una mujer estúpida que se deja manipular por un enclenque.