— ¡Onii-chan! Tonta, tonta, tonta Daki… Olvidé por completo a que se refiere eso. Es que más tonta no puedo ser. —

Ahora con ambas manos a los costados de su cabeza presionando esta para ver si ocurría algún milagro que por la presión ejercida su cerebro recordara algo, se puso en cuclillas en aquel tejado lanzando insultos hacia el aire; insultos que iban directamente hacia ella. Estaba a punto de empezar a llorar, pero esta vez de frustración a que no podía haber persona más estúpida y olvidadiza que ella.

— ¡No me acuerdo! ¡No, no, no, no! Ayúdame Onii-chan, tú eres más sabio que yo. —