Celdas pequeñas que mantenían prisioneras a un puñado de mujeres y en el centro del salón, una de ellas era torturada por dos sacerdotes que resguardaban el divino palacio.

¿De qué se trataba? ¿Por qué el cazador había optado por no entrar al lugar señalado por el clérigo? Quizás allí hubiera encontrado las respuestas que buscaba. De la nada, dicha revelación desapareció.

Mientras tanto en Cattedrale di San Lorenzo

El sacerdote que noches anteriores había sido golpeado por la extraña sombra, corrió hasta la oficina del arzobispo. Ingresó, con el miedo a flor de piel y demandó una audiencia extraordinaria con él.

– Estuvimos a punto de ser atrapados, santo padre ¡Tenemos que irnos de aquí!