Quiénes podrían ser aquellos “benefactores” de la iglesia sino más que unas ratas cobardes, ante el primer indicio de amenaza por su vida, venderían a sus propias madres si fuese necesario. No tenían códigos de honor, ni siquiera para defender a los suyos. Cuando las manos del cazador tomaron al sacerdote agresivamente por el cuello, este se aferró a la vida, pues el aire comenzaba a faltarle.

— N-No me mates… —

Fue lo único que atinó a susurrar, desde los adentros del sagrado templo, un segundo sacerdote se acercó a la escena, pues su compañero se había demorado demasiado en ir y simplemente pegar un cartel en la entrada de la iglesia. Corrió directamente a la escena y trató de empujar al misterioso hombre ¿Un ladrón? ¿Un loco suelto? ¿Algún ebrio poco amistoso?