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-Cerraba el ojito próximo a aquellos besos que su mami le daba bajando el brazo para mirar ahora al contrario con curiosidad. Sus lágrimas de a poquito dejaban de brotar y solo se quedaba sorbeteando los moquitos que caían rebeldes de su nariz. Cuando el trozo de tela se vuelve una pelota los ojos dorados de la pequeña bayita se abren sorprendidos por aquel acto de magia.-

¡M-me gustan los conejitos!

-Atenta a cómo haría eso mantenía apretado el chupón en su manito.-
 
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