Su rostro se tensó en un mar de inquietud. ¿Aún existía ese tipo de arreglos en el mundo mágico después de las guerras mágicas y de la invención Muggle del teléfono móvil?
Imposible. Ni siquiera podía procesarlo y eso que él ni siquiera resultaba afectado por sobre la decisión, o quizás sí.
— Creí que esas costumbres estaban enterradas en lo más profundo de la tierra ya.— Negó y trató de darle algo de esperanza.
— Después de lo que acabas de hacer, dudo que tu hermano logre someterte. Además, eres una Thunderbird. Nuestro lugar es aventurarnos en el mundo, ser libres. Y si tú hermano no desiste, allá en México nadie te encontrará.—
Era una propuesta infantil con una verdad. El Thunderbird elegía a aquellos de voluntad fuerte y espíritu libre, no dudó no por un segundo de que ella lo era.
— Además, si eres la princesa de la casa— Hizo referencia a su apodo entre las niñas.
— No quiere decir que obedezcas y que puedes dar puñetazos, yo creo que eres más, una guerrera o quizás,