No solía trabajar de esa manera tan descuidada; siempre que la misión involucraba la seguridad de Lemuen, la liberi no escatimaba en el uso de su fuerza. A lo lejos, un pequeño grupo de Sarkaz abandonaba la frontera de Laterano a toda prisa.

—Huh...?— creyó haber escuchado mal; mientras tanto, sacó de uno de los bolsillos del uniforme un pañuelo para limpiarse la cara. —Sabía que te gustaba por algo más que mis plumas— con un semblante sumamente diferente al de hace unos momentos, se acercó a la sankta. Se notaba tranquila y en paz.

—¿Oh? ¿La grandiosa Lemuen está haciendo berrinche porque ayudé un poco?— se atrevió a molestarla, similar a como hace Mostima.

—Hoy es nuestro último día en esta posición. ¿A dónde iremos a celebrar?— ya era una tradición del equipo probar una bebida nueva y exótica.