— No es que no confíe en tu magia. Sólo tengo algo de calor. —
Admitió, pero con poca credibilidad en sus propias palabras. Eran las copas que llevaba encima lo que empeoraba su capacidad de estar sereno y lúcido. Hasta la corbata se terminó aflojando mientras los cosquilleos le hacían hipersensible a cualquier estímulo.

De ahí que no quisiera entablar contacto visual con ella, pues sólo con su tono de voz, además de sentirse abrumada, hacía que su mente le proyectara de manera vívida en su imaginación sin quererlo. — ¿Podemos esperar? Es peligroso en la autopista, Zareen. —