— ¿Espiarme cada vez que me doy un baño? —alza una ceja, sin apartar la mirada de su foco de atención, chasqueando la lengua múltiples veces en lo que niega con la cabeza—. Proyecciones mentales de primera calidad que implanto en tu cabecita, araña —rió por lo bajo, irónica, juntando todo el papeleo al fin. Se reincorpora y estira su espalda hasta que se escucha tronar—. Necesito un masaje. No. Todo un día de spa —murmuró, girando el cuerpo para encaminarse hacia el arácnido—. Ordena esto, querido —dijo poniendo el montículo de papeles contra su pecho, confiando en que los agarraría—. Si quieres acción, tendremos una cita más tarde en el Danger Room —sonrió con malicia y le guiñó un ojo antes de atravesar el despacho hacia la salida.