Tragó saliva forzosamente y siguió acariciándolo; sus rubios cabellos, sus oídos, sus mejillas. Ahora de cerca podía ver esos rasgos Italianos que tanto la enloquecia y más que eso aquel pigmento que tenía cerca de sus ojos, siempre se preguntó sí era un tatto y algo temblorosa acarició esa zona púrpura notando que efectivamente no era maquillaje; solo formaba parte de su bonito y varonil rostro.

— Enserio, eres hermoso... Italiano amargado— Susurró muy bajito.