Sus deberes y asuntos personales lo habían mantenido lejos de su familia, y si bien conocía a cada uno de sus hermanos desde su nacimiento, no había podido pasar con ellos el tiempo suficiente como para atestiguar su crecimiento. Fue por ello que, tras su regreso, se dio a la tarea de pasear por su hogar y de rememorar los sitios que lo vieron a través del tiempo. No le sorprendió en absoluto ver a una pequeña con cabellera de algodón observándolo de lejos. —¿Amaris? —Cuestionó, visiblemente sorprendido. —La última vez que te vi eras del tamaño de mis manos. Ven aquí, no te morderé.