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N—No te hagas, sabes a que me refiero. . . ¡No es necesario!. Un pequeño rubor se tiñó en sus mejillas, teniendo su entrecejo fruncido; de ninguna manera quitaría su mano, sabía lo que conllevaba y la sonrisa contraria lo delataba, como bien decía su lema sin pena ni gloria haría lo que fuese por avergonzarla.
 
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