A como pudo se sentó y apolló su cabeza sobre sus rodillas mirándo a la extraña mujer de voz tan gruesa y masculina.
— Lo odio, es un cerdo, UN MALDITO MUJERIEGO, pero de esos acontecimientos es de lo único que ni yo ni mi madre podríamos culparlo.... —
Llamó a sus espadas de vuelta atrás suyo, esperaba que eso fuese suficiente para que le dejaran en paz pero si debía levantarse y pelear aún en ese estado lo haría.