— ¡Sí! ¿No es increíble? ¡Así puedo tener una mejor vista de las próximas cenas desde las ventanas de cada uno de ellos! Con cuidado, no te vayas a pegar en la cabeza Onii-chan. —

Siguió caminando por delante de su hermano, llegando a agacharse de vez en cuando para evitar pegarse con alguno que otro soporte del edificio, y cuando era una parte difícil para el mayor, lo esperaba para seguir con él.

Llegaron hasta otro burdel, adentrándose por una habitación completamente vacía y abandonada, donde los dueños arrojaban los muebles viejos que ya no servían. Tomó la mano de su hermano para poder auxiliarlo al salir, y en una expresión bastante emocionada e infantil levantó los brazos.

— ¡Taraaaaaa! Te conseguí lo que más te gusta.

Del techo hizo bajar un tentáculo de su faja, en el que dentro conservaba un samurai bastante gordinflón y suficiente carne para su hermano.