Su pecho se inflaba y desinflaba cada que tomaba aire y expulsaba este mientras dormía abrazada a su hermano, como si se tratara de un enorme peluche que le protegía de las pesadillas; pero en este caso él la protegía de absolutamente todo, incluso de ella misma cuando se veía atormentada por recuerdos de la vez que fue incinerada o cuando le jugaba malas jugarretas de no ser suficiente.

Se apegó al pecho de su hermano para evitar que la luz del día deslumbrara sus ojos, pero fue despegándose poco a poco conforme se tallaba los ojos, solamente para empujarlo más a la derecha y evitar que el rayo de luz los quemara tantito.

— Aún hay que quedarnos un rato más Onii-chan, nuestra piel lo necesita. Duérmete. —

Se volvió a acomodar, apegándose más al peliverde en una posición fetal.