El cantinero no pudo evitar reír nuevamente. La imagen que tenían todos en Mondstadt sobre la caballera honoraría no concordaba con la confusión reciente. Claro, su risa no era en señal de burla, pero le resultaba simplemente graciosa la situación.
—¡No te preocupes! Supongo que entraste demasiado concentrada cómo para prestar atención. —
Aquel hombre, se mantuvo amable y atento en todo momento. Acercó hacia la joven un vaso con jugo. Una de las reglas principales que tenia en su trabajo era nunca ofrecer alcohol a menores de cierta edad. Y era algo que jamás pensaba quebrantar. Jamás había cuestionado cuantos años tenía la viajera, pero por su sola apariencia no era difícil adivinar que aun no podía ingerir bebidas alcohólicas, mucho menos su acompañante. (...)