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Era una noche obscura en Úlster, y luego de su largo entrenamiento, aquel solitario pero poderoso guerrero conocido como Sentata se encontraba sentado por sobre la parte alta de una pared de uno de los tantos fuertes a las orillas de aquella amplia nación, mientras lo único que iluminaba la escena era una plateada luna en el cielo en su cuarto menguante, notándose como el muchacho se observaba meditativo, completamente sumido en sus pensamientos. ¿Habría una forma de cambiar el destino que alguna vez sucedió?
 
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QS1559004 · F
Los ecos firmes de un gallardo andar, lentamente derrocaban al hondo silencio que reinaba en la fortaleza y gracias al suave fulgor del claro de luna era posible distinguir los vagos contornos de una silueta femenina que se deslizaba entre la espesura de la oscuridad.
En contraste a las tinieblas, los radiantes átomos de sus ojos carmín ardían en total esplendor como un par de fuegos fatuos procedentes del infierno, revelando en tan inconfundible rasgo, la identidad de aquella mujer respetada por sus habilidades bélicas y místicas sapiencias.
Con perfecta agilidad, de un salto escaló hasta el sitio de estadía del muchacho, para tomar asiento a su lado.
A través de un profundo suspiro la dama colmó sus pulmones con los suaves perfumes de la noche y tras un breve silencio, finalmente manifestó:
 
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