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[...] por ende sus pasos le habían llevado a este lugar, los aldeanos le darían una moderada recompensa por encargarse de encontrar esa daga con un rubí y deshacerse de ella, mientras que ganaría oro y algunas raciones para su fuerte, la Ciudadela Negra, a cambio de obtener un artefacto mágico para su colección. No sonaba nada a mal negocio, por ende con ambas manos en sus bolsillos, caminaría silencioso en medio de ese torcido y espinoso bosque listo para afrontar cualquier problema.
 
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