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Respondiendo con igual ferocidad tribal, los pies del muchacho siguieron un patrón horario, recuperó esa distancia que el zorro acortó, su expresión pareció querer encontrar algún flanco en la salvaje guardia del animal—. Que te vayas... —entrecerró los ojos, mas fue una finta, ya que repentinamente dio un pisotón, a la vez que vociferó a sabiendas de que nadie más escucharía— ¡khetvayasmestasexpropiandoelaifon!— incluso profundizó su tono de voz al gritar. Con esto demostró que era un idiota.
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