—Habia entrado al nido de dragones de los Targaryen por alguna razón, siguiendo un aroma en especial, era la segunda vez que entraba a dicho lugar, aunque está vez no habría bajas de dragones jóvenes o crías, rompía un muro de dónde tomaba un par de cofres de huevos, saliendo tal como había entrado y emprendiendo vuelo a su guarida, claro que nadie se había atrevido a hacerle frente, había acomodado un nido previamente en el cual colocaba los huevos y se enrollaba alrededor de este dando calor a estos.–
Curiosidad.. ¿Y que más? Oh, sí.. Huevos robados.!
—Gruñó ladeando su alargado cuello al rodear al ladrón, su olfato no le mentía y no tenía forma de negarlo o engañar al guiverno, como solía intentarlo cuando lo encontraba destruyendo huevos.
La extinción parecía no interesarle a ese dragón y eso le molestaba al escarlata, ya era difícil encontrar huevos de dragón para los humanos y cuando lo hacían muchas veces Caníbal había llegado antes.—
