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Quizás estaba distraída en sus pensamientos, algo tan común en la menor, como respirar. Podía pasar horas enteras ensimismada en sus ideas, tanto que no escuchó ni percibió la llegada de otro chico pequeño, aunque sin duda mayor que ella. Escuchó de forma atenta a lo que decía, miró ambos peluches que eran exactamente iguales, uno de los cuales perteneció a Adam, su hermano, mismo que se lo había regalado porque era muy rudo para tenerlo. Los ojos del contrario expresaban un claro interés en poseerlo, así que la pequeña albina no dudó en extender su mano y ofrecerle uno. ─¿Lo quieres? Te lo regalo, tómalo, será lindo que cada uno tenga su propio peluche. ─
 
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