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-Tras el éxito de su ataque, él inmediatamente se puso en pie y retrocedió unos cuantos pasos mientras se llevaba la mano zurda a su propia cabeza, aunque no se peina, su cabello siempre permanecía de la misma forma, excepto ahora que ella lo había jalado y hasta arrancado algunos mechones.- ¡Que hija de puta! -Sacude la cabeza para acomodar aquella cabellera celeste y luego se arregla el cuello de su chaqueta blanca.-

¡Ni creas que te voy a pedir perdón! No es mi culpa que te prestes para decir esas babosadas, además, tampoco es mi culpa que no sepas reírte de vos misma y llores por todo.
 
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