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Le miraría aparecer sin inmutarse; un rostro tan familiar como el suyo propio. Tras escucharle hablar, torció sus labios en una sonrisa descarada y confiada.
— Yo no tengo suerte... Soy intocable. — Declararía como una verdad que evitaría a toda costa fuere olvidada. Chasqueó los dedos de la diestra e invocó al viento, quien atravesó el ventanal removiendo bruscamente los cortinales para materializarse en un torbellino plano frente a ella que se deslizaba a perfecta distancia conforme sus pasos la hacían llegar hasta donde él.
— ¿Un nombre? — Río un poco más conforme ponía los pergaminos alineados sobre la mesa de aire que, obediente, se quedaba flotante e irónicamente tranquila a pesar de su inquieta naturaleza. — Nier D. Aley. — Le otorgó la respuesta con una mirada cuyo destello Naranja sobresalía sobre un Carmesí apasionado y atento.
— Yo no tengo suerte... Soy intocable. — Declararía como una verdad que evitaría a toda costa fuere olvidada. Chasqueó los dedos de la diestra e invocó al viento, quien atravesó el ventanal removiendo bruscamente los cortinales para materializarse en un torbellino plano frente a ella que se deslizaba a perfecta distancia conforme sus pasos la hacían llegar hasta donde él.
— ¿Un nombre? — Río un poco más conforme ponía los pergaminos alineados sobre la mesa de aire que, obediente, se quedaba flotante e irónicamente tranquila a pesar de su inquieta naturaleza. — Nier D. Aley. — Le otorgó la respuesta con una mirada cuyo destello Naranja sobresalía sobre un Carmesí apasionado y atento.
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