No había respuesta, era lo normal, al parecer aún faltaba mucho para que dijera sus primeras palabras. Aquel descansó sobre sus cuclillas para poder observar mejor. Tenían ahora casi la misma altura. Y sin perder la sonrisa aquel notó el gesto de confusión en la menor, tomando aquel objeto que le ofrecía. Le miró con detenimiento mientras que lo sostenía con cuidado.

— Es muy bonito, pero... creo que esto luce mucho mejor... cuando lo llevas tú.

Al término de aquella sentencia, aquel colocó delicadamente aquella corona sobre la cabecita de su hija, como si coronara a la nueva reina de aquellas tierras.

— Mi princesa.