Y tú deberías de dejar de ver bajo las faldas de las mujeres, baka. —rechistó con orgullo, alisándose la falda con una mano, y echándose su bolso a la espalda con la otra. Tenía los ojos puestos en su nariz, seguro lo haría sangrar; le sorprendía no haberlo tirado, en verdad le había dado fuerte con todos esos libros que llevaba adentro.— O la próxima vez me aseguraré de dejarte inconsciente, wakatta?!